Juan Camilo Bonilla
Managing Director, Digilant España
Parece ciencia ficción cómo se ha extendido Internet y cómo ha cambiado nuestra sociedad. Estaban acabando los años 90 cuando se popularizó la Red y se metió definitivamente en nuestros bolsillos a principios del siglo XXI con los smartphones. Hoy, más de 5.000 millones de personas en el mundo usan móviles, calcula la GSMA.
Actualmente hay cerca de 1.300 millones de webs, según Internet Live Stats, con 4.500 millones de páginas indexadas en Google y Bing -según World Wide Web Size-, que atienden a su vez miles de millones de búsquedas a diario. Un reciente estudio de Gartner añade que habrá 8.400 millones de máquinas conectadas a nivel mundial a finales de 2017. En este entorno hiperconectado y hipercomunicado, cada jornada se genera en el mundo más de un zettabyte de contenido (es decir, 1021 bytes).
Conforme crece nuestra gigantesca capacidad para generar datos lo hace también la posibilidad de analizarlos mejor y darles sentido a través de Data Science y otras disciplinas, extrayendo información útil y aplicando ese conocimiento mediante la Inteligencia Artificial.
Así, cuando las compañías o instituciones hacen un uso inteligente de todo ese data, nuestro entorno resulta más confortable. Nos encanta que nuestra plataforma de música en streaming nos sugiera canciones que encajan en nuestros gustos y configurar nuestra propia parrilla de vídeo “a la carta” -que también nos propone series o películas que aún no hemos descubierto-. Nos ahorran horas de búsquedas innecesarias y, además, consumimos esos contenidos cuando nos apetece o podemos; ya no somos esclavos de la programación.
También demandamos una publicidad que nos resulte relevante. Por eso, las marcas invierten grandes cantidades para construir perfiles complejos de audiencias cualificadas, que los expertos procesan en tiempo real. Una vez identificados los consumidores y sus comportamientos, y aplicando algoritmos predictivos, los anunciantes pueden dirigirse sólo a clientes potenciales, evitando impactar a personas con anuncios que no les interesan.
Poco a poco se va moldeando a nuestro gusto una gran parte de los contenidos que recibimos cada día, como un traje a medida. Pero el camino de la personalización es complicado para las marcas. No sólo por la complejidad de separar los datos útiles de los que no lo son. A la vez, el secreto radica en ser sutil; lograr que cada usuario reciba mensajes que le resulten relevantes, hacerle sentir único, pero sin entrar en el terreno de su privacidad. Ese, realmente, es nuestro reto.
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