La Ley de rendimiento acelerado de Kurzweil sostiene que la tasa de cambio de cualquier sistema evolutivo siempre tiende a aumentar de forma exponencial. Y uno de estos sistemas es el crecimiento tecnológico. Es decir, que el desarrollo tecnológico es constante y ocurre de forma exponencial y su propia aceleración, acelera a su vez la tasa de cambio.
Dicho de forma más sencilla, cada vez que aparece una nueva tecnología, esta es utilizada para generar una tecnología aún mejor, creándose una retroalimentación positiva en un ciclo sin fin de desarrollo tecnológico.
Por tanto, el crecimiento tecnológico no se puede entender como algo lineal. De hecho, siempre ha sido exponencial. Aunque la mente humana haya intentado entender el progreso como algo gradual y lineal, la Ley de rendimiento acelerado de Kurzweil ha demostrado que la tasa de cambio del progreso se duplica a intervalos constantes.
Es decir, en el transcurso de un siglo no se experimentará un desarrollo tecnológico equivalente a 100 años, sino que este podría ser el equivalente a unos cuantos miles: desarrollo de inteligencia biológica y no biológica, máquinas con una inteligencia muy superior a la humana e, incluso, capaces de expresar emociones.
Raymon Kurzweil, director de ingeniería de Google, junto con Peter Diamandis, extendieron la Ley de Moore y establecieron que las tecnologías, una vez se vuelven digitales, empiezan a acelerarse exponencialmente.
¿Cómo ocurre esta aceleración exponencial de desarrollo tecnológico? Según la Ley de rendimiento acelerado de Kurzweil:
El hecho de que el desarrollo tecnológico sea exponencial está conduciendo hacia lo que la Ley de rendimiento acelerado de Kurzweil denomina la singularidad tecnológica. Este concepto implica que los cambios tecnológicos empezarán a ocurrir tan rápido que producirán una ruptura profunda en la historia de la evolución humana.
La singularidad tecnológica está muy ligada a la llamada «inteligencia artificial fuerte». Según esta teoría, cuando se produzca la aparición de inteligencias robóticas que superen por mucho la inteligencia humana, estas serán capaces de diseñar a su vez generaciones de máquinas más potentes y más inteligentes. Con ello, vendrán consecuencias y cambios sociales imposibles de predecir.
A pesar de la influencia que la Ley de rendimiento acelerado de Kurzweil tiene en todos los ámbitos empresariales, la mayoría de las marcas aún aplican el cambio de forma lineal. Las tecnologías existentes son rápidamente reemplazadas por la aparición de nuevas tecnologías. Lo que hoy funciona, mañana puede estar completamente obsoleto.
De esta manera, elaborar un plan estratégico a medio y largo plazo tiene una gran dificultad, puesto que la gran cantidad de cambios y variables producen continuamente una disrupción en la forma en la que se hacen los negocios.
Es necesario que las empresas tomen decisiones estratégicas que les permitan adaptarse a los rápidos cambios. Debido a lo impredecible de las disrupciones acarreadas por el desarrollo tecnológico, es imposible del todo saber qué ocurrirá en el futuro. Pero las marcas deben aprovechar la tecnología para recoger datos y hacer predicciones en base a todas las posibles variables.
Para complementar la Ley de rendimiento acelerado de Kurzweil, Peter Diamandis expone que para enfrentar estas disrupciones tecnológicas, las marcas deben convertirse en organizaciones exponenciales. Es decir, deben comprender e internalizar el ciclo de crecimiento de las tecnologías. Para hacerlo, hay que llevar a cabo un proceso en 6 pasos, que corresponden a lo que se denomina «las 6D de las exponenciales».
Queda claro que cuando una tecnología se vuelve digital, su desarrollo empieza a acelerarse de forma exponencial. Las marcas deben aprovechar las tecnologías para el análisis de datos y automatizar y agilizar distintos procesos, como el de compra, la gestión de clientes o las estrategias de comunicación. De esta manera, es posible reducir los tiempos y los recursos para la consecución de objetivos estratégicos.
La fase justo después de la digitalización suele conllevar cierta decepción, ya que el crecimiento exponencial suele ser lento al principio y, por tanto, los resultados tampoco son alentadores.
Uno de los obstáculos puede ser el hecho de encontrar cierta resistencia a las nuevas tecnologías y una dificultad para adaptar la cultura de la empresa a su implementación. El secreto es ser paciente y esperar que la innovación al final abra nuevos caminos.
Los exponenciales terminan generando un gran impacto en los mercados y en los modelos de negocio y producen un cambio brusco de paradigma. Esto incrementa la incertidumbre en los sectores donde se produce la disrupción y se abre un nuevo escenario de aprendizaje al que es necesario subirse.
Muchas tecnologías han ido desapareciendo sustituidas por aquellas basadas en el soporte digital. Por ejemplo, el paso de los discos y cd’s al formato mp3, o la fotografía analógica que ahora es fundamentalmente digital.
Con ello, también ha desaparecido la necesidad de utilizar múltiples dispositivos para acceder a todos estos productos. Ahora es posible hacerlo desde un único invento tecnológico: el smartphone.
La digitalización también conlleva la pérdida de valor económico. Después de la desmaterialización, llega la desmonetización, puesto que lo físico, lo tangible, siempre conlleva un costo más elevado que aquello intangible. Por ejemplo, la comunicación tradicional con los clientes (a través de cartas o soportes físicos) resulta mucho más costosa que aquella que se realiza de forma masiva a través de medios digitales (Email Marketing, redes sociales…).
Una vez que el acceso es más sencillo y el coste es menor, se produce una democratización de la tecnología. Esto significa que la innovación es alcanzable para el conjunto de la sociedad, cuando antes estaba limitado a personas con alto poder adquisitivo, empresas o grandes corporaciones.
Hoy en día los negocios tradicionales han quedado obsoletos. La digitalización es más que una necesidad. Para una marca, es hoy la única forma de «existir». Por ello, implementar las 6 D al plan estratégico significa poder impactar rápidamente a las personas y crecer exponencialmente.
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